Dichos populares

Perro ladrador poco mordedor Este refrán procede de otro: perro ladrador, nunca buen mordedor. Pero observen lo que le pasó a un médico cuando fue a una casa de labor. Llegando a la finca le salió al paso, ladrando furiosamente, un dogo enorme. El dueño de la casa le dijo: "¡No tenga miedo, que está capado!" Y el médico le contestó: "¡si no tengo miedo a que me joda, temo que me muerda!".


 Matar el gusanillo En el pasado era creencia generalizada que el "gusanillo" mañanero, un supuesto parásito alojado en el estómago, existía realmente, por lo que se hacía preciso eliminarlo, o por lo menos adormecerlo, mediante un buen trago de alcohol. Y aunque ahora se sabe que tal gusano es una invención, el dicho permanece vigente como hábito de obsequiarse en el desayuno con una copa mañanera.


 Arrimar el ascua a tu sardina Este refrán nació en Andalucía, cuando la sardina era plato habitual entre los braceros. Las comidas se hacían en común y todos se disponían alrededor de una fogata de manera que cada uno asaba su ración, tomaba un ascua, y la iba arrimando sólo a su propia sardina. De este modo, la hoguera se debilitaba, e incluso llegaba a apagarse. Nadie se preocupaba de volver a encender porque no lo entendían como cosa suya. El asunto llegó a tal punto que acabaron por suprimir la sardina de los almuerzos. El refrán quedó como muestra de la insolidaridad de los hombres.


 Vale su peso en oro Con esta expresión se pondera la valía de un individuo y hace alusión al peso en oro o plata del aludido. Parece ser que el dicho procede de ciertas leyes antiguas que se aplicaban en los pueblos bárbaros del Norte. Una de ellas castiga al asesino de una persona a pagar a sus parientes o herederos tanto oro o plata como pesaba el cadáver. A veces, esta cantidad no era suficiente para apaciguar el dolor de los parientes de la víctima, por lo que el reo tenía que añadir unos cuantos kilos más de los preciados metales si no quería morir. Este uso no tardó en ser copiado en otras regiones del Viejo Continente para castigar a los condenados, pero también se propagó entre la gente piadosa y devota, con el fin de librarse uno o librar a otro de una enfermedad o una situación indeseable. De esta forma, se puso de moda ofrecer a un santo el peso del afectado en oro, plata, trigo... Así, por ejemplo, Chacarico, rey de los suevos, hizo pesar en oro y plata el cuerpo de su hijo enfermo y que se enviara la suma a la tumba de san Martín, con la esperanza de que este santo le curara.


 Caro como aceite de Aparicio Todo aquello cuyo coste es muy subido de precio o abusivo se dice que es caro como aceite de Aparicio. El aceite de Aparicio es una preparación medicinal para curar las llagas y heridas inventada en el siglo XVI por Aparicio de Zubia. El alto precio de esta pócima no se correlacionaba con el coste real ni la dificultad para hallar sus ingredientes: aceite de oliva, hipérico, romero, lombrices de tierra, trementina y resina de enebro, incienso y almáciga en polvo. Quizás la fórmula permaneció en secreto y fue explotada en exclusiva por el inventor de este aceite curativo.

Comentarios